30 de octubre de 2006

Niñas y niños desplazados en Colombia, escriben sus cuentos de vida

La iniciativa denominada “Creando Cuentos para el Bienestar”, busca formar a través de la lectura y escritura de cuentos, a niños entre 7 y 12 años de edad, en situación de desarraigo.

El proyecto financiado por la UE es ejecutado en el poblado de
Rincón del Mar, en la zona rural del municipio de San Onofre, en el norte de Colombia, una de las regiones mas azotadas en los últimos años por las acciones de los derechistas grupos paramilitares, que han desplazado a miles de campesinos y desaparecido a decenas de líderes sociales.

En los últimos meses las autoridades han descubierto decenas de fosas comunes que fueron cavadas por los paramilitares de la región para ocultar a sus víctimas.

El programa incluye un club de lectores, biblioteca comunitaria que se constituye en una “alternativa cultural y de aprendizaje de la región”

La Unión Europea (UE) apoya un proyecto de creación de cuentos con niños colombianos en situación de desarraigo por el conflicto interno que vive este país, con miras a rescatar su identidad.

El proyecto que lo desarrolla en el norte de Colombia la Corporación “Salus”, se plantea como estrategia “de visibilidad y comunicación la formación en lectura y escritura de cuentos”.

Loren Callejas, sicóloga, magíster en Salud Pública y directora de la Corporación “Salus busca que los niños que integran la población desplazada de Colombia, cuenten, lean y escriban sus propias historias.

Para Loren “este es un ejercicio para que los niños asuman sobre los derechos de identidad personal y colectiva, fortalezcan su salud mental a través de talleres de formación de lectura y escritura de cuentos desde una perspectiva de la tradición oral. Los niños con su actividad, conquistan nuevos y viejos grupos de referencia, construyen vínculos sociales para que su condición de desplazados deje de ser “un trauma y vivan en correspondencia con la realidad histórica”.

La Corporación “Salus”, en alianza con el Centro Educativo Gimnasio Bilingüe Recrearte, en el municipio de La Ceja – Antioquia, unió por una semana en dicha sede educativa a los niños desplazados de Rincón del Mar, con los alumnos del plantel

“Los niños desplazados estuvieron cinco días en La Ceja y allí interactuaron con los alumnos de Recrearte, incluso se alojaron en casas de los estudiantes del colegio”, indicó Callejas.

Para la sicóloga colombiana, esta fue una experiencia “muy valiosa porque los niños desplazados que difieren en la piel, el juego y el canto, logran interactuar, consolidar sus propias identidades y forzaron los sentimientos de solidaridad” porque “en un conflicto como el colombiano con tres millones de desplazados, construir desde la niñez sentimientos de solidaridad, identidad, son claves en procesos futuros de paz y conciliación”.

En su opinión, la población desarraigada, y en particular la niñez,
“requiere antes que acciones y programas que privilegien el asistencialismo, estrategias que hagan promoción de la salud mental a través de una liberación de tensiones, ansiedades y hostilidades”.

Callejas indicó que el proyecto que se ejecuta en Rincón del Mar, es un programa piloto con un grupo de 30 niños y niñas, y una vez evaluados los resultados la intención es desarrollarlo en otras regiones de Colombia.

6 de octubre de 2006

Los colores de mi hijo

Indira Páez

Yo nací en una casa de lo más multicolor. Y no, no me refiero a las paredes. Esas eran blancas, como las de cualquier casa de Puerto Cabello en los setenta. Mi casa era multicolor por dentro. Y es que mi mamá es de piel tan clara, que sus hermanos la bautizaron "rana platanera".

Y mi papá era de un trigueño agresivo, con bigote de charro, sonrisa de Gardel y cabello ensortijado, estirado a juro con brillantina. La vejez lo ha desteñido, a mi papá. Como si la melanina se acabara con el tiempo. Como si los años fueran de lejía.

De esa mezcla emulsionada salimos nosotros, cinco hermanos de lo más variopintos. Mi hermano mayor, vaya usted a saber por qué, parece árabe. Ojos penetrantes, nariz aguileña, frente amplia y cabello rizado (cuando existía, pues ahora ostenta una calvicie de lo más atractiva). Le sigue una hermana preciosa, nariz perfilada, pecas, ojos inmensos, sonrisa como > mandada a hacer. Castaña clara y de cabello cenizo.
Se ayuda con Kolestone, vamos a estar claros. Pero le queda de un bien que parece que hubiera nacido así.

Al tercero, extrañamente, le decían "el catire" (rubia, de piel blanca). Nunca entendí por qué, con ese cabello de pinchos rebeldes que crece hacia arriba. Eso sí, tan rana platanera como la madre. Yo soy trigueña como mi padre, y mi nariz delata algún ancestro africano por ahí.

Y mi hermana menor es pecosa y achinada, como si en algún momento los genes se hubieran vuelto locos y por generación espontánea hubieran creado una sucursal asiática en la casa.

Así, los almuerzos en mi casa parecían más una convención de las naciones unidas que otra cosa. Claro que yo jamás me di cuenta de eso. Para mí eran almuerzos, punto. Con el olor inenarrable de las
caraotas negras de mi mamá y las tajadas de plátano frito que se hacían por kilos.

De chiquita nunca entendí por qué en el colegio de monjas un día una niñita me preguntó si mi papá era el chofer. Tampoco supe por qué no lo habían dejado entrar a cierto local nocturno muy de moda en los
ochenta.

Yo jamás me fijé en los colores de mi familia. Mi papá, mi mamá y mis hermanos, siempre fueron exactamente eso: mi papá, mi mamá y mis hermanos.

Cuando yo era chiquita pensaba que los colores los tenían las cosas, no la gente. No entendía por qué a algunos les decían negros si yo los veía marrones, y a otros les decían blancos si yo los veía como Anaranjado claro tirando a rosa pálido. Y menos aún entendía por qué aparentemente y para muchos adultos, era mejor ser
"blanco" que "negro".

Una vez mi papá se comió un semáforo y alguien le gritó: "¡negro tenías que ser!". Yo me quedé estupefacta al descubrir que los "blancos" jamás se comían los semáforos.

Así las cosas, comenzó en mi adolescencia una suerte de fascinación por aquello de los colores de la gente, las etnias, las razas y esos asuntos que parecían importar tanto a la humanidad. Tanto, que hasta guerras entre países generaba. Tanto, que se mataba la gente por asuntos de piel. De genes. De células. De melanina.

Yo buscando vivencias reales, y con lo enamorada que soy, tuve novios marrones, rosados, amarillos y uno hasta medio verdoso.

Me casé con un italiano y tuve una hija que parece una actriz de Zefirelli. Y finalmente me enamoré hasta los huesos y me casé otra vez. Con un marrón. Un marrón de esos que la gente llama "negro".

Una tía abuela me dijo cuando me casé: "ni se te ocurra tener hijos con ese hombre, porque te van a salir negritos". A mí no me cabía en la cabeza que a estas alturas de la historia universal, alguien pudiera hacer un comentario como ese. Pero mi tía tiene 84 años, y uno, a la gente de 84 años, le perdona todo. Hasta el racismo.

Como soy bien terca salí embarazada de mi esposo marrón. El embarazo fue una montaña rusa total, así que cuando nació mi hijo, sano, con diez deditos en las manos y diez en los pies, un par de ojos, orejas, boca, nariz y gritos, yo estallaba de felicidad. Y cuando uno estalla de felicidad, no escucha nada.

Pero resulta que han pasado cinco meses, y aunque sigo felicísima, se me ha ido pasando la sordera. Y como soy tan bruta, no termino de entender cómo es que tanta gente, que no solo mi tía la de 84, me pregunta "¿y de qué color es el niño?". Sí, sí, así mismo. "¿De qué color es?".

Les importa muchísimo ese detalle a algunos. Tal vez a demasiados. Una amiga de España. Una antigua vecina.
Una ex compañera de colegio. Una gente cualquiera que no tiene 84 años. Una gente que, que yo sepa, no pertenece al partido Neo Nazi, ni milita en el Ku Flux Klan, ni es aria, ni tiene esvásticas en la ropa. Una gente que se ofende si uno les dice racista.

Llegan así, llaman, escriben. Y lo primero que preguntan, antes de esas típicas preguntas de viejita ("¿Cuánto pesó?" "¿Cuánto midió?" "¿Lloró mucho?"), es "¿y de qué color es?". Y la verdad, lo confieso, a riesgo de quedar como una madre desnaturalizada, es que yo no me había fijado de qué color era mi hijo.

Porque cuando nació mi hija la italianita nadie me preguntó eso. Entonces no pensé que era tan importante saberse el color del hijo. Yo me sabía la fecha de su primera sonrisa. Me sabía cuándo se le puso la triple, cuándo comió papilla por primera vez. Sabía que tenía tres tipos de llanto (uno de hambre, uno de sueño y uno de ñonguera). Sabía que por las noches le gustaba quedarse dormida en mi pecho. Cosas, pues, intrascendentes.

Igual con mi bebé. Ya me sé sus ojos de memoria, por ejemplo. A veces están a media asta y es que tiene sueño, pero lucha porque no quiere perderse nada. Me sé sus saltos cuando quiere que lo cargue. La temperatura de su piel, el olor de su nuca.

Pero el domingo pasado me encontré a una ex compañera de trabajo que no veía desde mi preñez, y ¡zuás!, me lanzó la pregunta. "¿Ya nació tu hijo? ¿Y de qué color es?". Me agarró desprevenida, y no supe qué responderle, pero me prometí a mí misma averiguarlo, ya que a tanta gente parece importarle el asunto. Debe ser que es algo vital, y yo de mala madre no he prestado atención a la epidermis de mis críos.

Así que ante tanta curiosidad de la gente, me he puesto a detallar los colores de mi hijo. Y resulta que mi bebé es un camaleón. Sí, de verdad. Cambia de colores.

A las cinco y media de la mañana, cuando se despierta pidiendo comida, es como rojo. Un rojo furioso y candelero. Después se pone como rosadito, y se ríe anaranjado. A veces pasa el día verde manzana, y me provoca darle mordiscos por todos lados. Cuando lo baño, y chapotea con el agua, se vuelve como plateado, una cosa increíble.

Cuando se le cierran los ojitos del sueño, es amarillo pollito y provoca acunarlo y meterlo bajo las dos alas acurrucadito. Finalmente se duerme y, lo juro por Dios, se pone azul. Y brilla en la oscuridad.

Ese es mi hijo, multicolor. Sé que va a ser un poco difícil llenarle la planilla del pasaporte, o contestarles a las ex compañeras de colegio cuando pregunten de qué color es mi hijo. Pero eso es lo que hay. Lo juro.

Mi hijo es color arcoiris

5 de septiembre de 2006

De paseo por un mercadillo



En la calle Feria de Sevilla cada semana los vendedores sacan al mercadillo los más insospechados artilugios. Todo se vende

7 de agosto de 2006

La descarga




En la plaza Alfonso XII, conocida como "La del caballo", jóvenes de todas las nacionalidades se reunen en la tarde del domingo con instrumentos tan variados como sus orígenes. Tocan sin parar. Pasdas unas horas llegan relevos y más relevos hasta el amanecer. También para el baile improvisado llegan unas y marchan otros.
Las luces de la plaza las apagan los vigilantes pero los instrumentos continúan.

24 de julio de 2006

Tómese un mezcal...¿Quiere ver al angelito?

En la Central de Oaxaca tomé el autobús que me llevaría a Mitla. Lento muy lento empezó a rodar mientras un adolescente gritaba los lugares por donde pasaría. Por la ventanilla no me cansaba de leer los innumerables avisos: Miscelánea, Cocina, Aluminio, Joyería, Distribuidora de bombas...
Un frenazo en cada esquina y por los altoparlantes la voz grave de Javier Solís, “arrastrando mi tristeza....porque si ser bueno...”
Las señales indican que en línea recta vamos en dirección Istmo-Huatulca y si viramos hacia la izquierda seguiríamos camino a Zaatulco. Un hombre que conduce un campero, luce un sombrero blanco, propio de la región.
La voz del conductor llama a los viajeros que tienen por destino a Tule donde se encuentra un árbol con 2000 años encima y que con sus ramas forma diferentes figuras que los pobladores interpretan como de león, ciervo y otros más. Avanzamos por el vale en medio de montañas, pasamos Tlacolula.
Pasados unos quince minutos, una estudiante de derecho que va a mi lado me señala la Sierra Mije y la montaña Zempualtepec, por lo que me indica que ya llegué a mi destino. Desciendo medio despistada, cruzo la calle o mejor la carretera porque el autobús no entra al pueblo. Desde la primera calle empiezo a observar ropa artesanal. Muy despacio camino para quedarme con el paisaje. Fijo la mirada en dos avisos: Depósito Mitla y Mezcal El Famoso, sólo por el colorido y las grandes letras, quizá también porque busco una taquería.
Enfrente de los dos grandes avisos veo una puerta muy ancha, mas propia de un garaje que de una casa, miro hacia dentro y me encuentro con muchas mesas con hombres, mujeres, niños y niñas que platican con cierta tranquilidad; en una esquina, pegada a la entrada dos mujeres arman las tortillas de maíz. Penetro y pregunto a la mujer de claro ascendiente indígena que se encuentra más cerca de la puerta que si allí venden comida, diciendo con mucha inseguridad la última palabra de semejante frase tan corta. Pronto me di cuenta que no, no vendían comida, entonces endulcé la pregunta con “o…essss… una reunión familiar?” a lo que la mujer respondió – Es que nos acaban de traer a un angelito.
Mientras la mujer me respondía un joven corpulento y de cabello muy negro se acercó ofreciendo copitas plásticas con mezcal. Me insistió y lo tomé. La mujer me insistió para que me sentara y recibiera una “tortillita”. Con vergüenza la recibí. La mujer siguió platicando con otra que se acercó y no me enteré de nada. Cuando terminaron su cruce de frases, quien hacia de mi anfitriona me dijo que hablaban en zapoteca. Seguí pendiente de cada movimiento de los asistentes. Todos eran familia, compadres muchos de ellos.
Pregunté si el joven que continuaba ofreciendo mezcal era el padre de la criatura, pero no, era su hermano. Era un niño y tenía tres años recién cumplidos y el médico no dijo de qué había muerto.
Enfrente del lugar donde me encontraba, desde dos salones, uno semioscuros y el otro iluminado con velas, me llamaban. El de la izquierda para que pasase a comer en la mesa familiar y en el de al lado para que viese al angelito. En el gran patio, dos mujeres ataban con hilo flores de bugambilia a ramas de carrizo o bejuco, los niños inflaban globos blancos para que hiciesen parte de los ramos de flores. Los hombres seguían llegando con largos tallos que terminaban de organizar con sus afilados machetes.
Por fin me decidí a pararme de la silla. Cuántas vueltas di en mi cabeza. Hacía mucho tiempo que no me motivaba ver a ningún muerto. En mi infancia era mayor la curiosidad y en la vida adulta pudo más el dolor. Pensé en ese momento que la muerte como parte de la vida no tenía porque doler tanto, además, me encontraba en un país que los muertos eran invitados especiales cada noviembre y las calaveras eran parte de la vida. Me puse de pie y fui directo a ver al angelito. Me pareció que las atenciones tenían que ver no sólo con su hospitalidad sino con alguien que venía a verlo y acompañarlos.
La habitación estaba llena de santos, velas dentro de frascos con arroz, lentejas o frijoles; las flores eran silvestres sin ningún arreglo. Al fondo, el niño envuelto en una sábana blanca, sobre un ataúd blanco. De mi, estaba a una distancia de dos metros, lo ví pálido, sonriente, sin amargura como si estuviese admitiendo una broma de papá. Unos minutos fueron suficientes. Me di la vuelta abracé a su madre y le dije que vendrían días diferentes. Pasé a la habitación que hacía las veces de comedor, les deseé buen provecho y días mejores. Me dirigí al patio, le di la mano a las mujeres que se encontraban en la entrada y con una ligera reverencia me despedí de todos.
Seguí caminando por la larga calle, me detuve en cuanto almacén o tienda vi. Escuché la música de una banda de pueblo. En la esquina aparecieron los músicos como avanzadilla de varios hombres cargando un ataúd, detrás muchas mujeres cargando flores.

10 de julio de 2006

Fui a ver a B.B. King y me encontré al Negro Rada

Por Aldebarán

Lo bueno de tener inquietudes musicales en un espectro tan variado que va del flamenco a la bossa nova, pasando por el electropop o el tango, es que la vida te da sorpresas inimaginables. ¿Qué probabilidades hay de ‘tropezarse’ dos veces en una semana con Rubén Rada, un genio del candombe uruguayo, que jamás había actuado en Madrid?
Conocí al Negro Rada (como se le nombra en su país) en Montevideo, en los festejos por la asunción de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay el 1 de marzo de 2005. Su música ya viajaba conmigo tiempo atrás, desde que una selvática mujer uruguaya se cruzó en mi vida –en 2000- y me mostró los sones de su país. Pero en 2004 crucé el Río de la Plata para pisar por vez primera tierra ‘oriental’ y ahí me enamoré del candombe.
Es tan difícil (por no decir casi imposible) escuchar música de Uruguay en vivo fuera de sus fronteras que cuando supe –por una de esas casualidades que te hacen creer en la magia del Destino- que Rada actuaría en la sala Galileo Galilei, de Madrid, corrí para conseguir las entradas.
Y en un entorno ciertamente nostálgico –banderas de Uruguay, gente tomando mate, algún chico vestido con la ‘celeste’ en pleno Mundial de Alemania, pese a que su país no clasificó para la cita germana-, El Negro Rada salió al escenario y, con sólo un par de canciones, logró que los y las presentes olvidáramos sillas y mesas para transformar la Galileo en sala de baile, mezclando nacionalidades e intercambiando parejas.
Grandes clásicos como “Flecha verde”, “Ayer te vi”, “Candombe para Gardel”, “Aparte de ti, tu boca”, “Terapia de murga”, “Mandanga dance” y, por supuesto, “Las manzanas” fueron interpretados como presentación del disco “Candombe Jazz Tour” –que también da nombre a la gira- por este músico de casi 63 años –los cumple el domingo 16- y su banda, en la que batería, guitarra y bajo eléctricos o teclados conviven con la cuerda completa de tambores del candombe –piano, chico y repique-.
Y, por esas inquietudes musicales que antes comentaba, tampoco podía perderme el concierto que B.B. King daba dentro del Festival Viajazz, en Villalba (provincia de Madrid). En la frontera de los 80 años, el gran ‘bluesman’ había anunciado que ésta era su última gira en los escenarios europeos y yo, que ya le había visto tres veces en la capital siempre pensando ‘éste puede ser el último’, no podía dejar de ir al que ‘de verdad’ iba a ser el último, en un cartel compartido con Donna Hightower, la gran dama del jazz y el gospel, que comenzó con el conocido “Cheek to cheek” para dar calor a la casi madrugada en la que el ‘king of the blues’ diría adiós a Madrid.
Pero la velada musical arrancó con una gran sorpresa. Mariano Mariano, humorista conocido por sus apariciones en televisión, abrió con su grupo de blues “All Stars”, que, como él dijo durante la actuación, está formado casi íntegramente por intérpretes uruguayos. Reconocí a algunos de los que, días atrás, habían compartido escenario con Rada, y soñé que, en algún momento, también tocara El Negro. Y los sueños, de vez en cuando, se cumplen…
Mariano Mariano confesó que, en los años 80, viajó a Uruguay y allí conoció a Rada, que se convirtió en su amigo. Ahora el humorista y cantante produce la gira “Candombe Jazz Tour” y, ante el asombro del público congregado en el Campo Municipal de Fútbol, que esperaba otro estilo musical, presentó al Negro Rada, quien interpretó tres canciones –candombe y murga- e hizo levantar, de nuevo, al público de sus asientos.
Horas después llegarían el gran B.B. King, sus ágiles dedos para acariciar a la querida Lucille (la guitarra que siempre le acompaña), casi dos horas de blues y rock de calidad, sus juegos cómplices con el auditorio, su amable sonrisa y el emocionado adiós. Pero siempre me quedará el sabor de la inesperada sorpresa de ir a ver a un ‘bluesman’ y encontrarme con un candombero. Por segunda vez en una semana…

enbarranquillamequedo69@hotmail.com

27 de junio de 2006

Los teatreros en el Foro Social


Mientras las mesas del II Foro Social Mundial sobre Migraciones debatían, los artistas de diferentes nacionalidades intercambiaban información y preparaban bajo 40 grados sus actuaciones en el pueblo de Rivas Vaciamadrid, España.

20 de junio de 2006

Rincón sevillano


Un rincón entrañable en la capital andaluza.

13 de junio de 2006

Desde Madrid no se llega al cielo


El barrio La Fortuna en el pueblo de Leganés en Madrid lleva años tras año exgiendo metro para su cerca de 20 mil habitantes. ¿Cumplirá la promesa para el 2007 la actual administración??

7 de junio de 2006

En Sitges


En Siges, Cataluña, esa pareja desprevenida deja atrás el Rincón de la Calma. Van camino de la playa.
Fue en esta localidad que los partidos Liberal y Conservador de Colombia firmaron la "Declaración de Siges" el 20 de julio de 1957, el pacto de la exclusión que tiene aún condendo a ese país a una guerra.
Los dirigentes Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez acordaron que durante 12 años, cuatro, gobernaría un partido y otros cuatro, su contrario. Y es cierto que frenaron el enfrentamiento fratricida entre campesionos de ambos partidos que dejó 350 mil muertes en nueve años, pero abrió las puertas a un nuevo enfrentamiento: las guerrillas de liberación nacional y social. Ningún movimiento social o partido diferente a los que pactaron tenía espacio en Colombia.
El 1 de diciembre de 1957, un pueblo harto y adolorido con tanta violencia dio su apoyo a lo que se denominó "Frente Nacional".

22 de mayo de 2006

Despenaliza Colombia el aborto en tres supuestos

Después de marchas, movilizaciones, talleres, conferencias y trámites burocráticos, las feministas y organizaciones de mujeres lograron que la Corte Constitucional despenalizara en tres supuestos el aborto en Colombia.
Las organizaciones Yo Mujer, La Ruta Pacífica Nacional, Movimiento Popular de Mujeres, Mujeres y Madres Abriendo Caminos, Mujeres por la resistencia, Mujeres Libres, Mesa Mujer y Economía, Mesa de Mujeres del Frente Social y Político, Católicas por el derecho a decidir, Casa de la mujer entre otras, “consideraron que la sentencia constituye un acontecimiento histórico y un avance político en el logro del respeto a los derechos humanos de las mujeres. Sin embargo, es necesario aclarar que la sentencia de la Corte Constitucional NO despenaliza el aborto en Colombia”.
Afirman en un comunicado de prensa que la sentencia constituye un paso más en la lucha emprendida hace más de veinte años por miles de mujeres con el propósito de lograr el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos. Si bien es cierto, muchas mujeres se beneficiarán con dicha sentencia, es imprescindible no
perder de vista que la salud de las mujeres continua estando amenazada
por abortos practicados en pésimas condiciones sanitarias, lo cual
sigue siendo un grave problema de salud pública.
Si en la actualidad una mujer colombiana, quisiera abortar y su
embarazo no se constituye en peligro para su vida o su salud; no exista grave malformación del feto que haga inviable su vida o cuando el embarazo no sea producto de una conducta, constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo, o de inseminación artificial o de transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de incesto, de violación; su conducta será penalizada porque el aborto continúa siendo un delito.
La abogada Mónica Roa, trabajó en la demanda a partir de los acuerdos y convenios y protocolos firmado por Colombia internacionalmente y que no coincidían con un artículo del Código Penal.
Roa estuvo acompañada por el movimiento feminista y de mujeres que hacía dos décadas había emprendido la lucha por la legalización del aborto.

15 de mayo de 2006

Expulsada de México relata hechos en San Salvador de Atenco

Santiago de Chile, Martes 9 de Mayo, 2006

Mi nombre es Valentina Palma Novoa, tengo 30 años, de los cuales los últimos once he vivido en México. Soy egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y actualmente curso el cuarto año de Realización cinematográfica en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Tengo FM 3 de estudiante.
A continuación quisiera relatar a usted los acontecimientos de los que fui testigo durante los violentos incidentes ocurridos en el poblado de San Salvador Atenco el Jueves 4 de Mayo del 2006, los cuales terminaron con mi expulsión del país de manera injusta y arbitraria.

1.- El día miércoles 3 de Mayo, luego de ver las noticias en televisión y enterarme de la muerte de un niño de 14 años, mi condición de antropóloga y documentalista hizo que me conmoviera con el deceso de éste pequeño por lo cual decidí dirigirme a San Salvador Atenco a registrar cual era la situación real del poblado. Pasé allí la noche, registrando las guardias que la gente del pueblo había montado y realizando entrevistas en las mismas. Hacía frío, me arrime a las fogatas que la gente del pueblo había montado mientras seguía registrando imágenes. La luz del amanecer anunciaba un nuevo día: jueves 4 de Mayo. Han de haber sido como las 6 de la madrugada cuando las campanas de la iglesia de San Salvador Atenco comenzaron a sonar: tum tum tum tum, una y otra vez, mientras por el micrófono se vociferaba que la policía estaba sitiando el poblado. Las bicicletas iban de un lado a otro, la panadería de un costado de la iglesia ya había abierto sus puertas y la calidez del olor del pan recién horneado inundaba la calle junto con el ir y venir de los campesinos en bicicleta. El señor que vendía atoles me dijo que tuviera cuidado, que los que venían “eran muy cabrones”. Me dirigí a una de las guardias, donde los campesinos miraban en dirección a la manada de policías que allá a lo lejos se veía. Metí el zoom de la cámara, me di cuenta que eran muchos y que cubiertos por sus escudos avanzaban dando pequeños, imperceptibles pasos. Sentí miedo, ellos eran muchos fuertemente armados y los campesinos pocos y desarmados. En la pantalla de mi cámara veo como uno de los policías apunta y dispara hacia nosotros un proyectil que cuando llego a mi lado pude oler y sentir que era de gas lacrimógeno. Más y más gases lacrimógenos rápidamente fueron sepultando la calidez del olor a pan recién horneado y transformaron el angosto callejón en un campo de batalla. El aire era ya irrespirable y me fui a la plaza mientras las campanas sonaban con mas fuerza, por diferentes calles se veía a la policía a lo lejos avanzar. La poca resistencia que hubo por parte de los campesinos dejo de resistir ante el ataque de las fuerzas policiales que abruptamente se avalanzaron sobre los pobladores. Apagué mi cámara y junto con los demás corrí lo más rápido que pude. Frente a la iglesia había un edificio público con las puertas abiertas y ahí me metí a esperar ilusamente que la turbulencia pasara. Habían ahí dos jóvenes resguardándose también ilusamente del ataque. Éramos tres y nos mirábamos las caras angustiados y con miedo. Cuidadosamente me asome a mirar a la calle y ví como cinco policías golpeaban con toletes y patadas a un anciano tirado en el piso sin compasión alguna. Sentí más miedo, regresé y le dije a los otros dos jóvenes que necesitábamos escondernos más, que ahí estábamos muy expuestos. Ilusamente nos subimos a la azotea y acostados boca arriba mirábamos los helicópteros que como moscardones ronroneaban en el cielo, mientras el sonido de los disparos fueron formando parte del paisaje sonoro del lugar. Una voz de hombre violentamente nos gritoneaba “bajen a esos cabrones que están en la azotea”. Primero bajaron los dos jóvenes, yo desde arriba miraba como los golpeaban y con pánico no quise bajar, ante lo que un policía gritó: “bájate perra, bájate ahora”. Baje lentamente, aterrorizada de ver como golpeaban en la cabeza a los dos jóvenes. Dos policías me tomaron haciéndome avanzar mientras otros me daban golpes con sus toletes en los pechos, la espalda y las piernas. Mis gritos de dolor aumentaban cuando escuche la voz de alguien que preguntaba por mi nombre para la lista de detenidos, respondí “Valentina, Valentina Palma Novoa” mientras un policía me ordenaba que me callara la boca y otro me golpeaba los pechos. Una voz de hombre ordeno que me taparan con los escudos para que no vieran como me golpeaban. Se detuvieron a un costado de la iglesia y ahí me ordenaron que junto a los demás detenidos me hincara y pusiera mis manos en la nuca. Siguieron golpeándonos, mi celular sonó y una voz ordenó que registraran mi bolsa. En ese momento fui despojada de mi cámara de video, de mi celular y mi pequeño monedero con mis identificaciones y quinientos pesos. Me levantaron de los pelos y me dijeron “súbete a la camioneta puta”. Apenas podía moverme y ellos exigían extrema rapidez en los movimientos. Me avalanzaron encima de otros cuerpos heridos y sangrantes y me ordenaron bajar la cabeza sobre un charco de sangre, yo no quería poner mi cabeza en la sangre y la bota negra de un policía sobre mi cabeza me obligo a hacerlo. La camioneta encendió motores y en el camino fui manoseada por muchas manos de policías, yo solo cerré los ojos y apreté los dientes esperando que lo peor no sucediera. Con mis pantalones abajo, la camioneta se detuvo y se me ordeno bajar, torpemente baje y una mujer policía dijo: “a esta perra déjenmela a mí” y golpeó mis oídos con las dos manos. Caí y dos policías me tomaron para subirme al bus en medio de una fila de policías que nos pateaban. Arriba del bus otra policía mujer pregunto mi nombre mientras dos policías hombres pellizcaban mis senos con brutalidad y me tiraron encima del cuerpo de un anciano cuyo rostro era una costra de sangre. Al sentir mi cuerpo encima el anciano gritó de dolor, trate de moverme y una patada en la espalda me detuvo, mi grito hizo gritar al anciano nuevamente, que pedía a dios piedad. Una voz de mujer me ordeno que me acomodara en la escalera trasera del bus, así lo hice y desde ahí pude ver los rostros ensangrentados de los demás detenidos y la sangre esparcida en el piso. Sin estar yo sangrando, mis manos y ropa estaban salpicadas de sangre de los otros detenidos. Quieta y escuchando los quejidos de los cuerpos que estaban a mi lado, escuchaba como seguían subiendo detenidos al bus y preguntando sus nombres en medio de golpes y gritos de dolor. No se cuanto tiempo pasó, pero el bus cerró sus puertas y hecho a andar. Dimos vuelta cerca de dos o tres horas. La tortura comenzó y cualquier pequeño movimiento era merecedor de otro golpe más. Cerré los ojos y trate de dormir, pero los quejidos del anciano que estaba a mi lado no lo permitieron, el anciano decía: “mi pierna, mi pierna, dios, piedad, piedad por favor”. Lloré amargamente pensé que el anciano moriría a mi lado, moví mi mano y trate de tocarlo para darle un poco de calma, un tolete fue a dar sobre mi mano, ante lo cual, con un gesto, pedí compasión al policía que dejo de golpearme. Queriendo darle un poco de amor acaricie la pierna del anciano que por unos momentos dejo de quejarse. Le pregunte su nombre y me respondió. “Si me muero no lloren, hagan una fiesta por favor”. Lloré en silencio sintiéndome sola en compañía de los otros tantos cuerpos golpeados, pensando lo peor; que nos llevarían a quien sabe que lugar y que ahí nos matarían y desaparecerían a todos. Por un momento me dormí, pero el olor a sangre y muerte me despertó. Al abrir los ojos vi la pared de una cárcel. El bus se detuvo y una voz ordenó que bajáramos por la puerta trasera. Me ordenaron pararme y la puerta se abrió y mi cara llorosa y descubierta vió una fila de policías, sentí miedo otra vez. Desde abajo una voz ordenó que se cerrara la puerta y que los detenidos debían salir con el rostro cubierto. Un policía me tapó la cabeza con mi chamarra y las puertas volvieron a abrirse otra vez. Abajo del bus un policía me agarro con una mano de los pantalones y con la otra mantenía mi cabeza gacha. La fila de policías comenzó a tirar patadas a mi cuerpo y al de los demás detenidos que eran parte de la fila. La puerta del penal se abrió y nos avanzaron por estrechos pasillos en medio de golpes y patadas. Antes de llegar a una mesa de registro, cometí el error de levantar la cabeza y mirar a los ojos de un policía, el cual respondió a mi mirada con un golpe de puño duro y cerrado en mi estómago que me quitó el aire por unos momentos. En la mesa preguntaron mi nombre, mi edad y nacionalidad, luego de eso me metieron a un cuarto pequeño donde una mujer gorda me ordeno quitarme toda la ropa, pedía rapidez ante mi torpeza producto de los golpes. “Señora estoy muy golpeada, por favor espere” le dije. Me revisó, me vestí nuevamente y volvió a cubrir mi cara con la chamarra. Salí del cuarto y nos ordenaron hacer una fila de mujeres para ingresar formadas y cabeza abajo al patio del penal, que luego me entere que le decían “almoloyita” en la ciudad de Toluca.
Han de haber sido las dos de la tarde del jueves 4 de Mayo cuando ya estábamos dentro de las instalaciones del penal. Nos llevaron a un comedor y nos separaron a hombres y mujeres. En una esquina, en medio de llantos las mujeres nos contábamos las vejaciones de las que habíamos sido objetos. Una joven me mostró sus calzones rotos y su cabeza abierta llena de sangre, otra contaba que la habían llevado en medio de dos camiones mientras la golpeaban, vejaban y decían “te vamos a matar puta”. Otra joven me comento que tal vez y estaba embarazada, todo en medio de llantos y apretones de manos solidarios. El estado de shock entre las mujeres era evidente. En frente nuestro los hombres conversaban entre ellos mientras nosotras observábamos sus rostros sangrantes y deformados producto de la brutal golpiza. En eso estábamos cuando una mujer se acerca a nosotras y empieza a dar algunos nombres y pide que nos separemos del grupo. Éramos cuatro: Cristina, María , Samantha, Valentina. Se nos une al grupo un quinto; Mario.
Éramos los cinco extranjeros detenidos. Al momento llega un hombre, creo que era el director del penal y nos dice que allí donde estábamos, estábamos seguros, que aquí nadie nos golpearía, que lo que hubiese pasado antes de ingresar al penal no tenía nada que ver con el, como si dentro del penal no nos hubiesen también golpeado. Le pedimos hacer una llamada, petición que nos fue negada. Mientras los detenidos visiblemente mas heridos eras sacados del lugar rumbo al centro de atención médica que había dentro del penal; no eran unos ni dos, de los ciento y tantos detenidos que éramos, han de haber habido unos 40 con lesiones gravísimas. Uno de los primeros en salir fue el anciano moribundo que a mi lado en el camión iba, a quien no volví a ver nunca más. Nos llegó el turno a los extranjeros de ir a hacernos el chequeo médico. Yo tenía moretones en los pechos, la espalda, hombros, dedos, muslos y piernas, se recomendó hacerme una radiografía de las costillas pues me costaba respirar, cosa que en ningún momento se hizo. La enfermera que tomaba nota y el médico que me atendió actuaban con total indiferencia a mi persona y las lesiones que presentaba. Salí de la oficina médica a esperar que Cristina, María, Samantha y Mario terminaran el chequeo. El seudo chequeo médico terminó y nos llevaron a una sala para tomarnos declaración. Extrañamente un licenciado salido de quien sabe donde nos recomendó que no prestásemos declaración, comentario que era contradicho por las personas que estaban tras la maquina de escribir. “Esta bien si no quieres declarar, estas en tu derecho, pero sería bueno que dejaras constancia de lo que te pasó” me decía una licenciada. Mientras hacíamos las declaraciones, comenzaron a llegar al lugar muchos hombres de corbata que haciéndose los chistosos y amables nos preguntaban quienes éramos y como y porque habíamos llegado al poblado de Atenco, que si acaso sabíamos lo peligrosa que era esa gente.
Cayó la lluvia y nos trasladaron al comedor con todos los demás detenidos, se nos obligó a sentarnos y no podíamos establecer contacto con los detenidos mexicanos, si queríamos ir al baño debíamos pedir permiso. Llegaron funcionarios de derechos humanos a tomarnos declaración y fotos de nuestras lesiones, las declaraciones fueron tomadas sin interés, mecánicamente. Se nos obligó a que registráramos nuestras huellas, nos tomaron fotos de frente y ambos perfiles, nos dijeron que eso no era una ficha, que era un registro necesario pues era muy probable que en la madrugada saliéramos en libertad y que para eso se necesitaba hacer la ficha. Una olla de café frío y una caja con bolillos fueron la cena. Ha de haber sido la media noche y me acosté en una dura banca de madera a tratar de dormitar un poco, fue imposible, hacía frío y no tenía cobija. Del lado de los hombres, un rasta se dio cuenta de mi impaciencia ante el no poder dormir y comenzamos a hablarnos de un lado a otro con señas. Estábamos en eso cuando se presenta un custodio y comienza a dar los nombres de los cinco extranjeros. Nos levantamos, dimos un pequeño adiós a los demás detenidos y abandonamos el lugar. Nos llevan a un lugar de registro, nos entregan nuestras pocas pertenencias y nos sacan del lugar camino a una camioneta diciéndonos que nos llevarían a una oficina de migración en Toluca. Afuera del penal escuche voces conocidas que gritaban mi nombre, me acerco a las rejas y puedo distinguir a muchos de mis amigos que me preguntan como estoy, les digo que mas o menos y que nos llevan a migración de Toluca. Ellos me dicen que me van a seguir que no me van a dejar sola. Mi tía Mónica me pasa un sobre que contiene mis documentos migratorios y María Novaro, mi maestra y mamá en México, me da una chamarra para el frío. Así me subo a la camioneta que cierra sus puertas y oscuros nos vamos. Pasamos a una oficina en Toluca a buscar a una licenciada y de ahí nos llevan a la estación migratoria de las agujas en el DF.
Han de haber sido las tres de la madrugada cuando llegamos a la estación migratoria. Ahí una vez mas, un médico de mala gana constató lesiones. Dormitamos un rato porque a la hora en que llegamos no era horario de oficina, así que no habían muchos funcionarios en el lugar. Dieron las 7 de la mañana y un auxiliar nos llevo cereal con leche. Luego me tomaron declaración, una declaración en donde además de preguntar por mis datos personales, me hicieron preguntas cómo: conoces al EZLN?, has estado en Ciudad universitaria?, participaste en el foro mundial del agua?, conocías a los otros extranjeros detenidos?, etc. Firme la declaración a la que se adjunto mi documento migratorio, una carta de mi centro de estudios, una carta de mi maestra María Novaro, mi pasaporte, mi cedula de identidad chilena y mi credencial internacional de estudiante. Estaba en eso cuando recibo una llamada del cónsul de Chile en México, quién me pregunta mi nombre, el numero de mi cedula de identidad y si tengo algún pariente en México, me informa que lo que el puede hacer es velar que el proceso correspondiente se realice en las condiciones legales pertinentes. Regreso a continuar mi declaración y las preguntas sobre el EZLN, el sub comandante Marcos y Atenco se repiten. Mientras tanto afuera de la estación migratoria se habían congregado amigos y familiares, con los cuales no se me permite comunicar, traté de hacerlo a través de señas y carteles, pero incluso eso nos es negado. Me llevan a un cuarto en donde hay tres hombres que me dicen que están ahí para ayudarme, ellos me toman fotos de frente y ambos perfiles y en todo momento graban la conversación. Me preguntan mi nombre y si tengo algún alias, que si conozco al EZLN, que si he ido a la Selva Lacandona, que les de nombres que puedan dar antecedentes de mi, que qué tipo de documentales me gusta realizar. Me dicen que mi amiga América del Valle esta preocupada por mi porque me había perdido mientras escapábamos del lugar, mujer de la cual recién en Chile me entero que es una de las dirigentes de Atenco que la policía persigue. Al terminar el interrogatorio, mis huellas dactilares son tomadas en una maquina muy sofisticada que va a dar a una computadora. Me sacan de la sala y me llevan a otra donde hay tres visitadoras de la comisión nacional de derechos humanos y luego de que las dos españolas y yo les contamos lo que hemos vivido, nos recomiendan urgentemente solicitar un abogado para que se gestione un recurso de amparo ante una posible deportación. El ambiente ya es tenso, así que le pido a una de las abogadas una pluma y un papel, para escribir
“1 abogado” y mostrárselos por la ventana a mis amigos que están afuera, en ese momento entra un licenciado de migración y al verme escribiendo me dice: “necesitas un abogado?, yo soy abogado, cual es tu problema”, le contesto que quiero poner un amparo, ante lo que el me responde que no es conveniente poner un amparo porque el amparo implicaría estar en la estación migratoria un mes y que lo mas probable era que pronto saliésemos en libertad, las visitadoras de derechos humanos, lo increpan y le dicen que por favor me dejen hablar con alguna de las personas que están afuera. La visita se concede y hablo con Berenice, con quien me dejan hablar cinco minutos, a ella le digo que necesito un amparo y me dice que eso ya esta. Me despido abruptamente de ella y luego me llevan a hacerme un chequeo médico por segunda vez en esta estación migratoria, estoy en eso, cuando un licenciado llega apresuradamente a interrumpir el chequeo y me dicen que me van a trasladar a otro lugar, yo pregunto que adónde y no se me da respuesta. Al salir de la consulta médica me encuentro a una de las visitadoras de derechos humanos y le digo que por favor avise a mis amigos que están afuera que me van a trasladar, le pregunto al licenciado que adonde me llevan y me responde que a las oficinas centrales de migración, no me dejan seguir hablando con el y me suben a un auto particular en el que también estaba Mario, mi compatriota. Me subo, se suben tres policías, se cierran las puertas y una policía pide cerrar las ventanas. La reja de la estación migratoria se abre y el carro se va como escapándose de algo. Íbamos por periférico a más de 100 Km. por hora en medio de un tráfico contundente. Pregunto que adonde nos llevan y no obtengo respuesta, ya en el camino, me doy cuenta que vamos rumbo al aeropuerto y que delante de nosotros van dos carros más; uno con Samantha, la alemana y otro con María y Cristina, las dos españolas. Ante la inminencia de la expulsión injustificada en todo momento, no me queda más que cerrar los ojos y apretar los dientes y pensar: otra violación más. Llegamos al aeropuerto como a las 6 de la tarde. Nos bajan de los autos y nos ingresan custodiados a una sala completamente blanca donde nos mantienen detenidos una hora o más. Luego nos ingresan a las salas de espera al interior del aeropuerto, donde nos mantienen custodiados. Primero sale el vuelo de Samantha. Seguimos esperando y en la espera yo no hago mas que llorar, me siento mal, me paró y trato de caminar por el pasillo, se me acerca una custodia y me dice que debo estar sentada, “me siento mal” le digo, “no me voy a escapar, déjame”. Sigo llorando y un policía se acerca y me dice: “ya no estés así, no conviene esa actitud, si te sirve de consuelo, déjame decirte que no estas deportada, que solo has sido expulsada del país, pero puedes volver a entrar en cualquier momento”. Ilusamente sus palabras me calman. Nos llevan a un bar a fumarnos unos cigarros porque todas estamos muy alteradas. El vuelo de Lan chile de aproximadamente las once de la noche es anunciado, a mí y a Mario nos llaman, nos despedimos de María y Cristina con un apretado abrazo. Nos formamos en la fila y nos entramos al avión. Dentro del avión uno de los pasajeros se acerca a mí y me entrega unas cartas que han mandado mis amigos que estaban afuera haciendo todo lo posible para detener esta injusta expulsión. Caen mis lagrimas de no saberme sola, la custodia que va a mi lado, me dice que qué me pasa, le cuento mi caso; le digo que llevo viviendo en México 11 años, que mi vida esta en ese país, que nunca se me dijo que estaba pasando, que todo el procedimiento ha sido ilegal, que he sido golpeada y vejada por la policía. Me dice que a ella le avisaron 30 minutos antes de subirse al avión que viajaría a Chile, que a ella no le dijeron nada, pero que si notaba que algo raro hubo en el procedimiento, porque normalmente antes de deportar a alguien se pasa mínimo un mes en la estación migratoria, que ha de haber sido una orden dada desde arriba. Ya asumiendo mí expulsión me pongo a platicar con ella y le digo que lugares de Santiago puede visitar el corto tiempo que dure su estadía. El cansancio y la impotencia son demasiadas, me duermo. Me despierto con la cordillera de los Andes en la ventanilla del avión. Bajamos del avión, nos entregan a policía internacional, donde nos toman declaración del porque de nuestra deportación y/o expulsión. Afuera me esperaba mi familia, llantos, besos, abrazos. Nos vamos al hospital a constatar lesiones y rápidamente armamos una conferencia de prensa con televisión y radio, en donde denunciamos la ilegalidad de nuestra expulsión y la brutalidad policial de la que fuimos objeto.

2.- Después de lo que les he contado quisiera hacer de su conocimiento mi total rechazo, indignación y rabia ante:

a) la utilización de la violencia física, psicológica y sexual como arma de tortura y coerción en contra de las mujeres.
b) la brutalidad policial de la que fuimos objeto todos los detenidos, más allá de nuestras nacionalidades.
c) la ilegalidad de mi deportación en dos sentidos: por haber estado mis papeles migratorios en regla y por el rechazo al amparo presentando, argumentando mi ausencia en el país, cuando yo aun estaba en México.

3) Por lo expuesto anteriormente anterior, estamos estudiando con nuestros abogados, orientar nuestras acciones tendientes a lograr:
a) Se nos restituya el derecho a seguir estudiando en México por medio de todo tipo de gestiones con el gobierno chileno y mexicano;
b) gestiones a nivel diplomático con la embajada de México en Chile;
c) poner una querella criminal contra la policía por delito de lesiones
d) entablar una demanda contra el estado mexicano por deportación ilegal.


¡No a la violación , no al uso de mujeres y hombres como objetos, no a la brutalidad y a la tortura, no a la justificación de la violencia!
Atte.
Valentina Palma Novoa
valenpalma@hotmail.com
teléfono celular en Chile: 08-2972308

8 de mayo de 2006

Apellidos de la Rebelión

Te envio la primer colaboración mexicana para ser publicada en el blog. En esta ocasión se trata de un cuento. Un cuento que hizo el grupo de Danza Azteca Malinalli, que radica en la ciudad de Veracruz.
Ellos danzan frente al malecón de Veracruz, son amigos y gente que está luchando por un cambio alternativo, lejos de políticos, con uñas, corazones y mentes están reconquistando espacios, limpiando y rehabilitando esquinas de su ciudad para el arte, y la transmisión de conocimientos y cultura.
Ellos mismo están haciendo algo por la vida de su país. En este cuento narran de cómo le pusieron apellidos a la rebelión.


Con muchísimo respeto nos dirigimos a ustedes para contarles de cómo fue que le pusimos apellidos a la Rebelión. O dicho de otra manera, para contarles de cómo es que nosotros llevamos nuestro trabajo de lucha acá donde estamos.

Creemos que éste trabajo nosotros lo vamos a hacer así pues así nos lo dijo nuestro pensamiento y nuestra emoción. Y se los contamos a ustedes para compartirlo, y no para querer imponerlo a nadie pues sabemos que cada quien lleva sus trabajos a su propia manera, los lleva como cada quien los piensa y como cada quien los emociona.

Con el permiso entonces de la voluntad de todos ustedes, les contamos lo siguiente.

Hubo un día, el primero, que fue muy caluroso, de ésos días cuando todo arde, que se nació con el fuego una idea en nuestro corazón, así como de por sí con el fuego se nacen las cosas. Ese día, ésta idea quiso que le pusiéramos un nombre porque nombrándola –nos dijo- sentía que no se iba a perder. Un nombre para no perderse.

Y entonces nosotros, pues que nos ponemos a pensarnos y a dialogarnos, y cuando nos pensamos y nos dialogamos decidimos ir a caminar los cuatro rumbos y consultar a los guardianes de cada uno de ellos para saber cuál debería ser el nombre de la idea que en nuestros corazones había nacido.

Encaminamos así nuestro paso primero hasta el oriente, rumbo por donde nace nuestro padre Sol todos los días. Caminamos mucho y a lo lejos miramos el color blanco, que anuncia la llegada del primer guardián, la Serpiente Preciosa, la que mucho sabe.

Y la escuchamos su consejo. Agradecimos su respuesta, nos obsequió sus plumas, y con Plumas partimos hacia el poniente, rumbo de la renovación. Mucho caminamos y caminamos. La mujer guió nuestro paso hasta que el color rojo nos anunció la llegada de la segundo guardián, la que cambia el color de su piel. Y la escuchamos su consejo.

Agradecimos su respuesta y con nueva roja piel partimos hacia el norte, rumbo de la eterna transformación. Mucho fue el camino de vientos, que razgan como filos de obsidiana, que tuvimos que pasar, hasta que el color negro nos anunció la llegada del tercer guardián, el Espejo Humeante. Y lo escuchamos su consejo. Agradecimos su respuesta y nos hizo que nuestra Memoria brillara, y con ella partimos hacia el sur, rumbo del movimiento de cada 52 años.

También fueron muchos los trabajos para llegar hasta acá. Cuando a lo lejos volvimos a mirar, pero ahora el color azul, que es el color que anuncia la llegada del cuarto guardián, el Colibrí Zurdo. Y lo escuchamos su consejo.

Agradecimos su respuesta y nos entregó la Voluntad, y con ella, contento nuestro corazón, terminábamos nuestro largo andar por los cuatro rumbos de la Tierra.

Y entonces al fin teníamos el consejo y la respuesta de los cuatro rumbos y sus guardianes que nos dijeron que el nombre que debería llevar nuestra idea, era el nombre de Rebelión.

Esta idea que se llama Rebelión se dio cuenta otro día, el segundo, un día que el señor Viento sopló y sopló con toda mucha su fuerza, que entre más la nombrábamos menos se perdía, y como que más real y chula se ponía. Así es que nos pidió a nuestros corazones nuestros que la nombráramos y la nombráramos para que no se perdiera jamás y se pudiera hacer cada vez más real y real, y cada vez más chula rete chula.

Así es que la nombramos y la nombramos hasta que vimos cómo la idea que se llama Rebelión, de veras que dejaba de perderse y se hacía realidad, y de veras que se ponía harto bonita. Como que la Rebelión dejaba su traje de idea y se ponía su vestido de realidad.

En otro día, el tercero, que era muy lluvioso y el agua andaba por todas partes, Rebelión nos pidió un favor. Nos dijo que buscáramos otros corazones y que les enseñáramos a pronunciar su nombre, y así lo hicimos. Les enseñamos a muchos otros corazones a decir el nombre de la idea que era Rebelión.

Y nos dimos cuenta que sí aprendían, pero que cada corazón decía el nombre a su manera. A su modo. Unos la nombraban en agudos, otros en graves y hasta en esdrújulas.

Otros más le ponían colores y la mencionaban en negro, en rojo, en amarillo, en blanco, azul o morado. Y vimos que así estaba bien porque entonces la Rebelión tenía muchos sonidos y muchos colores para nombrarse. Y así nos anduvimos.

Y otro día, el cuarto, un día que la Madrecita Tierra se movió para un tantito acomodarse porque ya estaba un poco cansada, la Rebelión, que en nuestro corazón era roja, nos dijo que quería dos apellidos para acabarla de nombrar, como de por sí se nombran a las personas de muchos lugares, como en el lugar que es México por ejemplo.

Que quería dos apellidos para no sentirse que nada mas era Rebelión y ya, porque la gente y los corazones nuevos que la fueran conociendo le iban a preguntar que Rebelión qué, ¿Rebelión y qué más?, Y pues ella no quería ser Rebelión a secas, y quería poder contestar como la gente y los corazones contestan de por sí. Entonces así con sus dos apellidos se iba a poner muy contenta.

Nos dijo que nombrando su nombre completo acabaría ya de hacerse toda verdadera y toda muy hermosa, como el quetzal. Entonces nos preguntamos que qué íbamos a hacer con ésta tareita que la señora Rebelión nos había dejado.

Y pensamos y pensamos y nada, no salía nada. Hasta que uno que entre nosotros anda dijo que por qué no íbamos a un lugar donde pudiéramos pensar y sentir mejor para encontrarle sus apellidos a Rebelión. Pero qué lugar, preguntamos. Y tomando aire abrió unos ojotes, separó sus labios y en un suspiro con voz queda dijo: “...junto a la mar”. Nos dijo que junto a la mar íbamos a encontrar lo que buscábamos. Y así lo hicimos, nos fuimos junto a la mar.

Cuando estábamos ahí, nosotros creímos que entonces sólo teníamos que poner nuestros oídos bien atentos para escuchar a la mar y ya, para que nos dijera los apellidos de la señora Rebelión. Y entonces que nos sentamos junto a unas piedras porque pues ahí es en donde la mar se escucha más. Y que nos ponemos a escuchar y escuchar y nada, nada que la mar nos decía los apellidos. De repente un pelícano rojo dejó caer su vuelo sobre la ola.

Voló muy pegadito pegadito pero no se mojaba. Cuando lo perdimos de vista, justo la ola chocó con las piedras y entonces la mar habló. Habló pero no nos dijo los apellidos, nos dijo otra cosa. Nos dijo que si queríamos saber los apellidos de Rebelión, teníamos que danzar. ¡Orale! pero si nosotros no sabíamos nada de danzar, pero le dijimos a la mar, y nos dijimos a nosotros nuestro cuerpo, que no importaba, que aprenderíamos a danzar para poder nombrar completa a Rebelión. Y así lo hicimos, aprendimos a danzar.

Y como supimos que la mar nos dijo del secreto de danzar, pues ahora siempre danzamos junto a ella, así como a manera de decirle que muchas gracias por decirnos el secreto. Cada que nos ponemos a danzar le decimos gracias y le pedimos que nos ayude a danzar.

Con la danza aprendimos a cantar, a tocar los instrumentos de la música, a curar y a respetar. Y así cantábamos canciones floridas, curábamos nuestras mentes y nuestros cuerpos, y respetábamos y hablábamos con el cosmos. Tocábamos el tambor mayor, el abuelo tambor que se llama Huehuetl, y que ahora suena junto a otros tambores como tambor de la rebelión.

Tocábamos el tambor menor, el tamborcito de madera que es horizontal, que se llama Teponachtli. Tocábamos el caracol y las flautitas, las atlapizalli. Y siempre todo esto lo hacíamos Cerca y Junto del fueguito sagrado, que es aquél mismo fuego viejo que inició las cosas y que nos hizo nacer una idea en nuestros corazones. Al fueguito le guardamos mucho respeto y también lo vemos y lo escuchamos. Y dos de las mujeres que entre nosotros andan, lo portan.

Y así pasó mucho tiempo, pasaron muchísimos años cantando y danzando junto a la mar, hasta que un día, que es el quinto, que es un día que está por venir pero que ya está al mismo tiempo entre nosotros, y que es un día de luz, iluminado, como cuando por la mañana amanece muy clarito en el horizonte después de una larga y oscura noche, la mar por fin nos dijo los apellidos de la señora Rebelión. Sus apellidos serían: política y espiritual.

Su nombre completo era pues, Rebelión Política Espiritual.

Y entonces nos pusimos demasiado contentos, pero también muy preocupados porque cuando supimos los apellidos nos dimos cuenta que iba a estar bien requete difícil decir el nombre completo de Rebelión. Por que sentíamos que cuando lo dijéramos nadie iba a escuchar, ni siquiera aquéllos que antes nos habían escuchado, y que nos iban a tirar de a locos.

Sentíamos que nadie iba a querer decir su nombre completo de Rebelión, aunque había algunos muchos, y muy buenos, que decían su nombre de Rebelión pero sólo con el primer apellido, el paterno, porque éste apellido paterno aunque a veces se olvidaba, a veces no se olvidaba y se nombraba.

En cambio el apellido materno casi siempre se olvidó. A la gente se le olvidó decir el segundo apellido de Rebelión, pues en el paso del tiempo de las invasiones, cuando nuestro Sol se ocultó, a éste apellido materno lo quemaron y lo hicieron borrar de la memoria de la gente, y sólo unos poquitos no se lo borraron de su memoria porque se lo escondieron en silencio y sólo lo decían a sus hijas y a sus hijos en quedito.

Pero a pesar de todo esto, supimos que los apellido estaban bien, al menos para nosotros, y que aunque nos tiraran de a locos o aunque nos quisieran quemar, nosotros no íbamos a dejar de pronunciar el nombre completo de Rebelión.

Nos dijimos que ésa era nuestra convicción, nuestra creencia de nuestro pensamiento y de nuestro corazón, y así lo hicimos, estamos diciendo su nombre completo de Rebelión. Y también dijimos que si algunos corazones nos escuchaban y nos creían nuestra palabra pues que estaba bien, pero que si algunos otros nos escuchaban nuestra palabra y no nos creían, que también estaba bien, pues lo importante era escucharnos nuestra palabra de todos.

Y también sabíamos que muchos corazones, así como nosotros, le habían encontrado sus apellidos a Rebelión a su modo, haciendo otras cosas, hablándose con la montaña, el cielo, las flores o el arroyo, y que eso era también valioso y respetable. Y hasta dijimos que también podíamos aprender del modo de otros de cómo encontrarle apellido a las cosas.

Así es que desde entonces, desde aquél día quinto, que es el del amanecer, y por éstos lugares de acá, que son los de junto a la mar del oriente, habemos algunos que decimos el nombre de la señora Rebelión con sus apellidos, una y otra vez hacia todos los rumbos del universo.... “....ándele señora Rebelión Política Espiritual, pase usted, bienvenida a su Casa....”

Muy largos fueron éstos cinco días y muchas cosas las que nos han pasado, y que ahora les contamos.

Siempre nos acordamos de todos ésos días y contamos siempre todo lo que ha pasado para que no se olvide.

Siempre nos acordamos de aquél primer día, el muy caluroso, cuando fue que se nació con el fuego una idea que nos pidió un nombre. Y de cómo fue que recorrimos andando los cuatro rumbos para hablar con los guardianes que mucho nos escucharon y mucho escuchamos. Que mucho nos obsequiaron para saber que el nombre de ésa idea es Rebelión.

Del segundo día, cuando mucho viento sopló y sopló, que fue cuando nombramos y nombramos a Rebelión hasta que su vestido fue realidad y se puso hermosa como el Quetzal. Del tercero que fue cuando hubo agua por todos lados, y Rebelión nos pidió el favor de enseñar a otros corazones a pronunciar su nombre. Y nos dimos cuenta que el nombre lo mencionaban con sonidos y en colores muy distintos. Del cuarto, que fue cuando la tierra se movió tantito porque estaba cansada, y que fue cuando la mar nos dijo de danzar para poder conocer los apellidos de Rebelión.

Y del quinto día, que es el que viene pero ya está entre nosotros, que es el de después de la larga noche, que es cuando con la danza la mar nos dijo el nombre completo de Rebelión. Y que nos dijo de cómo hacemos para nombrarla con su nombre completo, aunque muchos nos tiren de a locos y no nos crean, o no lo quieran creer, o nos quemen.

Durante éste quinto día haremos a nuestro modo, respetando y aprendiendo de otros modos. Haremos el camino con el nombre de Rebelión completo. Lo haremos con sus dos apellidos, a manera de como si fueran dos pies, un pie que es político y otro que es espiritual porque creemos que con un solo pie no podríamos llegar lejos y nuestro camino es harto largo.

Creemos que un pie debe ir acompañando al otro. A veces uno primero, a veces el otro, como de por sí así es. O a veces los dos al mismo tiempo para cuando queramos parar o saltar.

Sabemos que un pie, el político, es la ciencia y la razón. Y que el otro pié, el espiritual, es la magia y la emoción. Creemos que usando los dos se anda bien y contento. Uno se da fuerza al otro.
Así es que nosotros andaremos escuchando con respeto, cómo es que otros corazones dicen otros apellidos que tengan por nombre Rebelión, pero también nos andaremos hablando entre nosotros y entre los que vienen después de nosotros el nombre de Rebelión Política Espiritual. Así enseñaremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos pues.

Diremos que es política porque la política es ciencia y es razón que son necesarias para conducirla convivencia entre los seres humanos todos. La política que conlleva ciencia y razón sabe dar orden y movimiento al mundo. Orden para que todos tengan un lugar para Estar. Y movimiento para que todos tengan un tiempo para Ser. Por eso creemos que la Rebelión debe ser política.

Y también diremos que es espiritual porque lo espiritual es magia y emoción que son necesarias para armonizar nuestro ser con los seres vivos y no vivos. Para resonar armónicamente con el cosmos todo. Lo espiritual que conlleva magia y emoción devela el misterio. Alimenta el asombro. Sabe dar aliento al corazón y a la Voluntad humana.
Nuestros abuelitos y abuelitas de muy antes nos explicaban que a la Voluntad, en su lengua materna, se le decía Huitzilopochtli, que es el Colibrí Zurdo, guardián del Sur. Nos decían “....fortalece tu Huitzilopochtli, cuídalo, y que sea él quien guíe tu camino....pues con él podrás Ver, Sentir y Soñar todos los mundos posibles sin que nadie ni nada quede fuera, con él podrás andar en todas las realidades simultaneas posibles sin que pierdas tu origen, sin que pierdas tu raíz.... ”. Por eso creemos que la Rebelión también debe ser espiritual.

Hasta aquí nuestra palabra que se dirige a ustedes, corazones rebeldes de las montañas del sureste mexicano y del mundo.

Desde junto a la mar del oriente mexicano,
Grupo de danza azteca Malinalli Ce Acatl

1 de mayo de 2006

paisajes de aquí y de allá



En Chinchón, su majestuosa plaza ve pasar entre fiesta y fiesta, año tras año a miles de turistas.
Los cerros de Guadalupe y Monserrate como testigos legendarios observan la ciudad de Bogotá.

17 de abril de 2006

Del suelo al cielo





El instinto de construir su nido y el de volar es superior a las condiciones que el ser humano ha destruído.

10 de abril de 2006

Los rincones de Sevilla


Sevilla está llena de callejones empedrados con rincones que ofrecen su fino y pescadito frito que no sabría a manjar de los dioses si no fuese por su gente alegre y dicharachera, por su historia de anarquismo y "rojerío".

3 de abril de 2006

La música en la calle


Ellos interpretan pero ella va de paso. No importa, hay que ganarse la vida, sacar el arte, la música, el teatro a la calle o hacer lo que más me gusta

27 de marzo de 2006

Mural callejero





En la Plaza de Embajadores en Madrid, sobre el tronco de un árbol y frente al Banco Santander Central Hispano y un supermercado de la cadena Champion, un grupo de personas anónimas, inmigrantes, expresaron y compartieron su dolor y rindieron un sencillo homenaje al ciudadano ecuatoriano Ulbio Ramón M.R. que falleció el 14 de marzo después de una golpiza, supuestamente por un ucaraniano.
Según información de testigos Ulbio discutió con el ucraniano por una camiseta de fútbol.
La plaza, la calle tomada, el puto asfalto testigo del dolor por quien vino a buscar fortuna y de quien pudimos ver en forma pasajera su imagen frente a un cajero automático.
Una foto, folio con mensaje manuscrito y un recorte de periódico con la noticia, un periódico mural con un sólo tema: un inmigrante muerto, un inmigrante con nombre y rostro. En el suelo, flores.
(Lea sección Éxodo)

20 de marzo de 2006

Tercer aniversario de la ocupación en Irak

Por Karen Marón*
20 de marzo de 2006


Lejos están los ecos de las manifestaciones masivas que protagonizaban las capitales del mundo contra la invasión a Irak, aquellos días cercanos al 20 de marzo de 2003.

Hoy esa parte del mundo pregunta con voracidad, -en muchos casos-, donde estallará el próximo conflicto. ¿Será Siria, Irán, Corea? Y sin embargo, para los iraquíes la guerra está en casa, en sus mentes, en sus corazones. Falaz fue la declaración del 1 de mayo de hace tres años, que hablaba del fin de la guerra y con desidia repetían los medios. La guerra se vive diariamente como un estigma que los atormenta. Porque su bendición “Es nuestro castigo” reiteran los iraquíes. “Sin petróleo nunca nos hubieran invadido”

Cada día es un nuevo suplicio. Se manifiesta en los rostros, en el andar cansino de los cuerpos, en las miradas lúgubre de los adultos y la tristeza prematura de los niños.

Hace tres años la caja de Pandora se abrió y de allí salieron todos los males. Cada regreso a Irak para cubrir los acontecimientos constituye una tortura para el alma. El espíritu no puede quedar impávido ante la obscenidad de este conflicto. Obsceno, es el término más ajustado al calificar la situación en Irak, después de cinco viajes y casi 12 meses de estadía completa que dan como resultado esta cobertura periodística en los dos últimos años de ocupación.

Una obscenidad que estremece, que repugna, que entristece. Después de tres años de la prometida democracia esta sólo es un recurrente recurso discursivo que no convence a nadie. En las calles de Bagdad se sigue repitiendo. “Preferimos a Sadam y no al ocupante”. Y esto no lo exculpa de sus atrocidades que han sido muchas y de las más crueles.

Pero los Martillo de Hierro, Ciclón Ascendente, Ráfaga de Relámpago se multiplican y cobran sus víctimas con descaro. Así se han bautizado en estos 36 meses de infamia algunas de las masacres contra los iraquíes dirigidas por las fuerzas Multinacionales dejando un saldo de más de 150 mil víctimas civiles que nada saben de armas químicas, rutas del petróleo o posicionamientos geoestratégicos.

Si el papel del ejército de Estados Unidos consiste en mantener la seguridad en el mundo a favor de la economía americana, como dijo el Mayor Ralph Peters, y “que para alcanzar esta meta, estamos dispuestos a matar a un número aceptable de personas” ¿Cuál es entonces el número aceptable de víctimas que se tendrá que cobrar en Irak? “Quieren un Irak sin iraquíes”, escuché repetidamente de boca de los protagonistas estos dos años y tan descabellada ya no resulta la idea.

Lo demuestran las desapariciones, arrestos arbitrarios, centenares de muertos en circunstancias sospechosas y víctimas causadas por la destrucción del sistema de asistencia sanitaria, la red hidráulica y la devastación de los cultivos agrícolas que se multiplican

El 40 por ciento de los conductos han sido destruidos lo que deriva en una falta de agua potable o sólo agua contaminada. Más de un cuarto de millón de niños no se han vacunado y corren el riesgo de morir por enfermedades que podrían ser evitadas. La frecuencia escolar cayó en un 65 por ciento y el uranio empobrecido aumentó los casos de cáncer en un 1200 por ciento.

¿Es normal que después de tres años de ocupación se produzcan cortes de energía eléctrica cada dos horas, las líneas telefónicas no fueron reemplazadas, las escuelas estén semidestruidas, los basurales se multiplican y la falta de medicina para las enfermedades cardíacas o la diabetes aumente junto con el número de casos de niños con disentería?

Los iraquíes hablan de un plan sistemático de castigo y muerte. Cuando uno es testigo, tiene dudas que eso no sea una realidad programada.

La guerra que comenzó hace 15 años

“Esta es un pregunta difícil. Pero sí, nosotros pensamos que valió la pena” dijo la ex Secretaria de Estado norteamericano Madeleine Allbright cuando en 1996 le preguntaron sobre la muerte de 500 mil niños en Irak.

Es que esta guerra comenzó el 17 de enero de 1991 con los primeros ataques norteamericanos sobre Irak que causaron 200 mil víctimas. El embargo fue el asesino que acechaba silencioso y mataba sin cesar, logrando que medio millón de iraquíes murieran por desnutrición y falta de medicinas entre 1991 y 1998. En el 2006, las cifras se multiplicaron y el asesino no es el embargo, es la ocupación que los fumiga con armas químicas como el fósforo blanco utilizado en Faluya.

Y fumigar no es la palabra elegida arbitrariamente. “Debemos superar etapas militares muy, muy brutales para tratar con esta gente”, decía Rush Limbaugh, consejero de Bush “Puede ser que tengamos que utilizar más armas que las convencionales contra estas personas. Es como si quieres deshacerte de vuestras cucarachas con insecticida…”

Esas palabras plasman la más terrible vida cotidiana que soportan los iraquíes que han perdido bajo la mirada del ocupante su condición humana.

Mientras la ocupación ha hecho retroceder siglos el estado jurídico de las mujeres, se destruyó el tejido social, económico, sanitario, educativo y se aniquiló la cultura, se desencadenó una ola de asesinatos ilegales de rebeldes, nacionalistas y opositores a la ocupación y civiles que han pertenecido al Partido Baath.

Pero el interés por generar una guerra civil,- que se fogonea desde el inicio de la ocupación,- es el desafío a la que los iraquíes se resisten para no dar paso a la programada balcanización de la sociedad y cultura islámica y árabe.

Los sumergen en una ola de atentados donde se sospecha la ingerencia de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, agentes árabes, o los llamados locos azuzados por el Grupo de Operaciones Preventivas Proactivas, el P2OG de Rumsfeld, diseñado para estimular la reacción terrorista. Se intenta utilizar a la guerra civil como parte de su estrategia de retirada. “Rechazamos la guerra civil” me han manifestado el 90 por ciento de los iraquíes consultados. Y ellos intentan resistir.

El mismo Sadam Hussein, que sigue siendo el hombre más amado y más odiado, ha llamado a los iraquíes,- desde el Tribunal en que es juzgado-, a que no cayeran en una guerra fraticida que los conduciría a la oscuridad y los sumergiría en ríos de sangre.

Las mil caras del conflicto

La limpieza étnica está en curso. Los kurdos arios de religión sunita, apoyados por Israel y la CIA y asentados en la región de Kirkuk, -abundante en petróleo-, llevan a cabo el proceso inverso de arabización del régimen de Saddam. Fueron numerosos los testimonios de árabes que han denunciado las torturas,- he visto sus consecuencias-, ejercidas por los kurdos para que los árabes se retiren del norte y que incluye la expulsión y matanza de los caldeos-católicos y los turcomanos. Mientras tanto es el oleoducto de Haifa en Israel el que espera su turno para reabrir la parte que cerró Siria en la década de los 80.

Desatada la "guerra de las mezquitas" en los últimos meses, las consecuencias han sido hasta ahora la destrucción de 90 templos sunitas y centenares de muertos y heridos. Se ha denunciado dentro y fuera de Irak, que la colaboración de los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Irán, -que dentro del territorio iraquí trabajan en conjunto-, serían los responsables de estas matanzas para la generación del caos. Mientras tanto las temibles milicias Bader del Ministerio del Interior, descargan su ferocidad en centros clandestinos de detención y tortura.

Los errores están a la vista. Los ocupantes y sus secuaces matan, torturan y violan todos los derechos humanos, alejándose irremediablemente de la población que cada vez más rechaza la infame ocupación y decide colaborar con la crecientes fuerzas de resistencia. Al mismo tiempo rechazanla injerencia de grupos islamistas como Al Qaeda que nada tiene en común con la idiosincrasia iraquí y al que consideran un invento de Estados Unidos cuando acusa de todos los males a un fantasmagórico Al Zarqawi en el que nadie cree en Irak.

Los Estados Unidos con una errada y miope visión durante la invasión, identificó a todos los sunitas con el Partido Baaz y de allí su alianza estratégica con los iraquíes pro Irán, que produjo que en el sur se instalaran más de dos millones de persas, en algunos barrios bagdadíes se utilice el rial como moneda de intercambio y se hable en farsi, mientras a nivel mundial los consideren sus enemigos más temibles.

Desde hace ocho meses los estadounidenses decidieron dialogar con la resistencia, conformada por varios grupos unificados-, cuando admitieron que estaban poniendo en jaque al supuesto ejército más poderoso del mundo con una estrategia de guerra de guerillas. “El poder lo tiene la resistencia”, me decía Ahmed, oriundo de Samarra el 15 de diciembre durante las últimas elecciones. La prueba fue que cuando garantizaron que ese día no habría atentados, el país se sumergió en una paz inusual. El control estaba demostrado.

A tres años de ocupación las palabras de Hakima replican en mi mente “Yo les suplico, les ruego a los soldados americanos que me devuelvan a mis hijos. Por favor, que no los torturen más”, mientras desesperada reclamaba en las puertas de Abu Graib aquel 2 de mayo de 2004. Y también recuerdo los ojos de Alí, de cuatro años con su brazo y pierna izquierda destrozados, mirando a los adultos con ojos que preguntaban porque había perdido parte de su cuerpo y a 16 miembros de su familia bajo el ataque de un avión F16 sobre Faluya.

Escucho a Hiba de 13 años, que quedó mutilada después que una bomba racimo impactara sobre su casa en Bagdad un 6 de abril durante la invasión. Y a Samir destruido en cuerpo y alma por soportar tres guerras y un penoso embargo. Y aquel pianista del Hotel Al Hambra, otrora famoso, que se convirtió en un paria recordando las muertes de la guerra. Y a Ahmed, Jassim, Mohamed, Yamila, Nassir y Sabah y a todas las víctimas de esta guerra y de todas las guerras que pelea inconcientemente la humanidad, porque algunos creen que vale la pena...

Karen Marón
Journalist
Baghdad. Iraq.
Mobile: 00 964 7902 96 53 89
Office: 00964 1 77 600 98

Autorizado por la autora: Aunque el texto es mío, lo único que te agradecería es que se agregue la cita del medio en el que fue publicada: Folha de S.Paulo - Cada dia é um novo suplício para os iraquianos del 19/03/2006.

13 de marzo de 2006

En Las Ramblas


Cualquier ciudad europea o latinoamericana puede ofrecer el mismo espectáculo: Hombres o mujeres lanzados a la calle, al rebusque, a maquillar aquello que llaman los economistas "paro" o "desempleo". Algunos o algunas tienen permiso, pagan seguridad social y producen arte. ¿Necesidad o bondades del neoliberalismo?
Por lo menos, hagamos un reconocieminto a su tarea diaria, a su trabajo cotidiano.

6 de marzo de 2006

Querida Barcelona


Esta maravillosa ciudad y su gente reiventándose cada día, no importa que sea denostada por la derecha en el más viejo estilo franquista, seguirá siendo Barcelona alegre instalada en el presente pero mirando hacia el horizonete, al mar

27 de febrero de 2006

Historia cotidiana en Salento, Quindío

Gente anónima que construye país y hace historia. Su poder radica en el voto, en la suma de votos o su capacidad de protesta. ¿Cambiarán juntos (uno a uno, una a dos) ese país llamado Colombia?

20 de febrero de 2006

Disfrutar la calle-vivir en la calle

La Dálmata pasea por el Barrio
Mandalay en Bogotá Colombia






Él o ella procura que las flores y el gato le den ambiente de casa en la Gran Vía en Madrid España

13 de febrero de 2006

Pulgas al sol





La Candelaria al pie de los cerros Monserrate y Guadalupe en Bogotá, Colombia.

30 de enero de 2006

Bajo cero, en la calle, en Madrid



En la calle Carmen, centro de Madrid (España), en la noche del 26 de enero, con el termómetro bajo cero. Puede ser un hombre o una mujer.

23 de enero de 2006

Las peripecias de Juana en la casa del general*

Fabiola Calvo

Juana María Chigüichón Ruiz, una guatemalteca descendiente maya, llegó a Madrid en 1976, cuando apenas tenía 17 años, entusiasmada por las maravillas que le pintaba la dueña de una cervecera, consuegra de un general ex presidente de Venezuela.
Y a Juana, Juanita en su entorno, le compraron el pasaje para España y ¡cómo no! La afiliaron a la seguridad social, pero, "a mí nunca me dieron a firmar contrato y me quitaron el pasaporte”.
Juana María iniciaba sus labores a las siete de la mañana porque la casa del general debía estar siempre reluciente, “todo a la hora indicada y nosotras dispuestas para cuando nos necesitaran. Para eso tenían a diez mujeres de Guatemala”.
EL GENERAL
Juana se sentía humillada, querían obligarla a saludar como si estuviese en un cuartel del ejército: ¡Buenos días, mi general! Se negó. “Yo saludaba, pero como puede hacerse con cualquier persona, con respeto”, dice quedamente, como si fuese la reacción contraria en medio del recuerdo.
Marcos Pérez Jiménez -el general-, con el grado de teniente coronel, participó en 1948 en un golpe que derrocó al presidente Rómulo Gallegos en Venezuela. Entró a formar parte de la Junta militar y en 1952 se posesionó como presidente.
Quiso seguir hasta 1963, pero fue derrocado por otro golpe en 1958. Extraditado de Estados Unidos, fue juzgado en Venezuela. Una vez que cumplió su condena se marchó a España.
Juana Chigüichón no sabía a casa de quién iba a trabajar y una vez en ella, no podía entender tanto lujo. Ella venía de una situación con muchas dificultades económicas, pero “teníamos rancho para vivir y comida”, enfatiza elevando el tono de voz, dejando percibir una personalidad fuerte y decidida.
LA DURA JRNADA
Más de doce horas diarias de trabajo por cien dólares, mientras que en otras residencias pagaban 400. Era obligatorio usar un vestido negro con un delantal blanco, una gorra y zapatos de tela.
“Recuerdo que un día se me mojaron los zapatos y Flor, la mujer del general, me obligó a ponérmelos porque su casa no era un rancho, luego el mayordomo me llamó a su despacho, me trató con gritos e insultos. Me dejó mucho más trabajo para el día siguiente. Lloré mucho, ese hombre me trato muy mal”, dice Juana que se incorpora, deja la silla y permite observar su pequeña figura adornada con un cabello largo y negro.
El mayordomo no daba tregua y trataba con desprecio a todas las empleadas. “Nos repetía el respeto que debíamos tener con el general y la señora. Acatarlos y no responderles nunca”.
Juana comenta que mientras trabajaban no podían parar. “Ese hombre siempre estaba pendiente de los horarios. A mí me tocaba toda la mañana limpiar baños –que ya ni recuerdo cuántos eran-, organizar las camas y limpiar cristales.
“Parábamos para comer pero inmediatamente me levaba los dientes y seguía con la limpieza de la piscina, el gimnasio, la peluquería y la galería de tiro. Después de las nueve de la noche subía aguas a las habitaciones, dejaba listo los pijamas y las camas para dormir”.
EL DESCANSO
“Un domingo cada 15 días salía en la mañana y regresaba en la tarde, ese era nuestro tiempo de descanso. Antes, me obligaban a asistir a la misa en la iglesia que estaba al lado de la casa.
“Impedían por todos los medios que las empeladas tuviésemos amigos españoles. El mayordomo nos daba información falsa para que no fuésemos a discotecas, sitio donde podíamos conocerlos”.
Parecía que todo el personal estuviese preparado para que ellas se mantuviesen aisladas. “El chofer tampoco nos daba información porque le deba temor de los jefes, así que yo me decidí, busque información y fui a la embajada”.
El consulado tomó cartas en el asunto, exigió explicación a Flor, la mujer del general. “La mujer enfureció, me amenazó con la expulsión. No quería que yo me quedara en España porque era ella quien me había traído. Le pedí el pasaje para marcharme y se negó”.
A los dos años de trabajo en casa del general, Juana la abandonó a las cinco de la mañana para evitar los insultos de sus compañeras de trabajo, que no veían bien su comportamiento.
NUEVO TRABAJO Y BODA
Se marchó a otra casa con contrato, era el resultado de sus pesquisas los domingos que salía. Guarda un buen recuerdo de ese lugar.
Conoció en ese entonces en una discoteca a José, un español con quien se casó a los tres años de iniciar relación. “Me aterraba casarme porque pensaba que nunca más volvería a Guatemala. Me tardé tres años para decir que sí. También me daba miedo ser rechazada por su familia. Me decidí y viajé a mi país para pedir la bendición de mis padres”.
Juana continúo trabajando porque “no necesitaba un hombre que me mantuviese”.
Hace cinco años murió José y afloraron con crudeza en la familia de él y de mucha gente los sentimientos racistas. Para muchos es ¡una india! o ¡una negra! Dicho con menosprecio
Ha enseñado a su único hijo a llevar con orgullo su origen maya. Con sus 15 años está dedicado a estudiar y ella trabaja como autónoma (trabajo independiente) en una tienda que compró y como costurera. Tiene sus propias máquinas.


*De la serie de ocho reportajes "La migración tiene nombre y rostro", publicado por Cimac

16 de enero de 2006

La negra Lolo Lituba*

Fabiola Calvo

Tenía ocho años cuando abandonó a la República del Congo, dejó África de la mano de su padre, un diplomático que vio la posibilidad que sus hijas recibieran educación diferente en Cuba.
De aquel día hace ya 20 años y desde entonces Lituba Loló (en el Congo se usa primero el apellido y luego el nombre) empezó el aprendizaje de enfrentarse sola a cualquier problema que la vida le presentara.
Poco tiempo estuvo con su viejo pues él terminó su labor y regresó a su país, mientras que ella marchó a la Isla de la Juventud para realizar sus estudios de secundaria.
En la larga travesía transatlántica no la acompañó su madre sino su madrastra que asumió la actitud que nos reseñan los cuentos: no hacía llegar a Loló la ayuda que enviaba su padre, detalles como jabón o compresas que se hicieron muy necesarios sobre todo en la crisis económica que vivió Cuba en 1994, conocida como “período especial”.
Todos los estudiantes, todas las chicas esperaban con ansiedad una carta o un paquete que terminaban compartiendo. “Pasamos un poco de hambre, nos alimentamos con toronja”, dice Loló dejando entrever su blanca dentadura.
“En 1990, terminaba el convenio de estudios entre Cuba y varios países africanos, así que nos juntaron a las diferentes nacionalidades. Fue una etapa feliz de mi vida, de compartir, de aprender con otras culturas. Éramos jóvenes del Congo, Zimbabwe, Cabo Verde, Sudán, Gana y Angola. Los saharaui estaban aparte porque eran muchos”.
Recuerda los problemas que tuvieron los sudaneses y no por ser refugiados como suele pasar en los países europeos sino por ser tímidos, muy altos y delgados. Se comunicaban poco con el resto.
“Pero no permanecíamos al margen de los cubanos, nos integramos, ellos nos recibieron bien, con ellos hacíamos el día a día y siempre el que tenía repartía. Eso es lo que más añoro de Cuba”, comenta esfumándose en el recuerdo mientras entrecruza los largos dedos de sus manos.
Prosigue: “En los momentos difíciles siempre estaba alguien contigo. No contaban las nacionalidades sino la necesidad y los sentimientos de amistad y compañerismo”.
Terminó la secundaria y marchó a Cienfuegos a estudiar odontología. A los dos años de carrera, su vida cambió después de conocer a un turista español que residía en Londres y que puso sus ojos en la negra Loló.
Él hombre, un camarero inmigrante, conoció a Loló por unos amigos en común. Al día siguiente él la invitó a comer a un “paladar”, aquellos restaurantes clandestinos aparecidos en el “periodo especial” y en los que se pagaba con dólares. Luego fueron legalizados.
Los dueños del restaurante le dieron a Loló 10 dólares, pensando que era cubana. En principio se negó a recibirlos, pero una vez en sus manos los entregó al recién conocido. Él se sorprendió. “¡Cómo no!” dice Loló, “le pertenecían. Muchos de los turistas que van a Cuba creen que por ser negra tenemos que recibir sus dádivas”.
La relación avanzó y terminó en noviazgo. Entre Londres y Cienfuegos sostuvieron la querencia que una vez ella terminó sus estudios, trajeron para España. La africana ya no se sentía en capacidad de regresar al continente olvidado. “Me formé en Cuba y creo que no soportaría ni la mentalidad ni la cultura”.
MUJER NEGRA Y SIN PAPELES ESPAÑA
En diferentes ocasiones intentaron impedirle el ingreso a un hotel porque creían que era cubana. “Y como mi novio es blanco, cuando me veían con él, creían que yo era prostituta, que como dicen allá en Cuba, jinetera”.
Pero los problemas de la piel, palidecen en Cuba si los comparas con los vividos en España. Yo llegué en el 2002, entré como turista con una carta de invitación de mi novio pero que yo redacté, por lo tanto, una vez que pasaron los tres meses como turista quedé sin residencia y, también, sin permiso para trabajar.
“Eso da mucha inseguridad”, asegura Loló que hace caso omiso al ruido de la cafetería dentro de la estación Príncipe Pío.

Llegó a Madrid con una imagen idealizada de los españoles, suponiendo que tendrían que ver con aquellos románticos que en ocasiones van a la isla con la mirada solidaria. Empezó a romperla cuando fue rechazada en la clínica Vitaldent.
“El hombre que me debía entrevistar me vio, no pudo esconder su cara de desagrado al verme y me preguntó con burla: ¿Tú…estudiaste odontología?
Después de ese fiasco se fue a recorrer las calles y a pensar que iba a hacer. “Vi una peluquería para africanas, entré, hablé con la dueña, una negra de Malí, y me dejó trabajando haciendo trencitas. Trabajaba 11 horas diarias. La dueña tenía una mentalidad española, no me dejaba un minuto libre.
Si no había nada para hacer me ponía a limpiar y si llegaba unos minutos tarde me los descontaba. Era cruel. Una vez me dijo con desprecio: ¿Tú crees que siendo negra vas a encontrar trabajo de dentista?”
Para Loló es doloroso constatar que “los inmigrantes en España no se ayudan entre sí y además de tratarse mal, endiosan al español”.
EL COLOR DE LA PIEL
Con relación a su color negro, cuenta que su novio tuvo una depresión porque los miraban mucho en la calle, él se sentía observado y llegó un momento que dejaron de salir. “Quién te hace feliz a ti, los que te miran o yo”, recuerda que le dijo en algún momento para sacarlo de ese estado de ánimo.
Loló vive en la paradoja de encontrarse rechazada por la sociedad pero con la aceptación de la familia de su novio que la apoya y le da ánimos para salir de su actual situación. Los suegros dividieron la casa para que se acomodara la pareja, que sin ninguna solemnidad se casó el pasado diciembre.
La mujer negra del Congo en España, trabajó en un restaurante tres meses. No soportó más tiempo por el trato del encargado que “pensó que porque era inmigrante era bruta y no tenía nada en la cabeza. Para mí fue brusco dejar de atender pacientes a pasar a soportar un jefe y a clientes que tampoco te tratan bien. Lloré mucho, pensé que no podría soportarlo”.
Dice Loló que la vida le enseñó a aguantar “y ya en otro trabajo resistí hasta que me hicieron el contrato de trabajo para solicitar mis papeles de residencia y trabajo. Me he ganado el respeto y hoy trabajo los viernes, sábado y domingo, el resto de la semana estudio para homologar mi título. Espero aprobar porque los exámenes son para que no pases la prueba”.
Considera que será muy difícil empezar a trabajar en su profesión. Coincidencialmente, hace unos días escuchó una conversación entre dos mujeres mayores. Una de ellas decía que estuvo en consulta odontológica y salió un negro para atenderla. “Ponerle la boca a un negro…No, no, no hice que llamaran al otro dentista”.
Loló espera cambios en la sociedad española que está lejos de comportarse con los inmigrantes como en Inglaterra o Francia. “La gente mayor es mucho más racista que los jóvenes”. Por momentos duda y se pregunta si podrá abrir su propia consulta, pero ella misma se responde: “No me quejo, he tenido suerte. Veo las historias de otras chicas que…todo hay que lucharlo. El color de la piel me seguirá dando disgustos. Estoy preparada”.


*De la serie de ocho reportajes "La migración tiene nombre y rostro"

10 de enero de 2006

María, un chulo la vigila*

Fabiola Calvo

Son las siete de la tarde y la calle Montera, pleno centro de Madrid, es un hervidero de gente que soporta las altas temperaturas y el polvo que producen las muchas obras que padece la ciudad que nunca duerme.
Cerca de un portal, caminado de un lado a otro se encuentra María. Da la opción de escribir un nombre cualquiera que no sea el suyo, no quiere que sus padres se enteren que trabaja en la prostitución. “¡Hasta ahí llegaríamos!”, dice con tono de enfado sin perder la expresión dulce en la mirada.
“Lo que hago no es bueno y eso sólo lo sabe Dios que me sabrá perdonar, pero dígame usted, cómo voy a mantener a mis hermanos y a mis padres”.
Llegó sola hace 10 años y con sus 30, cualquiera diría que tiene diez más. La vida no le ha sonreído y no espera que lo haga ahora.
La conversación se dificulta porque es preciso interrumpir cada dos minutos por el temor que ella siente porque “el hombre que me protege -el chulo-, no le gusta que hable con nadie. Pierdo tiempo y dejamos de ganar los dos”.
María llegó a Madrid por una agencia de viajes, “yo creía y mucha gente lo cree, que uno sólo se puede venir por una agencia de viajes. Me dijeron que me arreglaban todo, entraba tranquila y llegaba con trabajo”, cuando termina la frase un coche de la policía hace su aparición y María desaparece como por encanto.
Hace cinco años fue detenida dos veces en un mes. “Ese miedo me quedó en el cuerpo”. Fueron días de movilizaciones de los vecinos que protestaban contra la prostitución en la zona.
Es preciso esperar que ella se calme porque aparentemente la calle que une la plaza de Sol con Gran Vía tiene su movimiento normal. Es ella quien toma la iniciativa y con un movimiento de mano indica que ya es posible acercarse de nuevo.
Continúa: “A mí me cobraron cuatro mil dólares por todo. Cuando llegué al aeropuerto, una persona me recibió y le entregué el dinero. Me exigieron dejarles un cheque en blanco en Quito por si yo no devolvía el dinero. Me cobraron 400 dólares de intereses por las 48 horas que pasaron mientras que me entregaron la bolsa de viaje (dinero que deben mostrar a las autoridades en el aeropuerto) y bajé del avión”.
María pasó dos días en un hostal y de allí me llevaron a trabajar a una casa de familia. Cuatro años permaneció trabajando catorce horas diarias con descanso desde el sábado a las 14 horas hasta las 21 horas del domingo.
“No me trataron mal pero me pagaban muy poco, 60 mil pesetas y de eso debía entregar diez mil a ellos porque me habían conseguido el trabajo. Me quedaba lo que hoy son 300 euros”.
CAMBIO DE EMPLEO
“Cuando empecé a salir en mi día libre, estaba desorientada, no sabía a donde ir, me iba todo un día para el parque de El Retiro y en la noche caminaba por la ciudad hasta que conocí a una compatriota en el metro. Ella me ayudó mucho”.
A los dos años de su llegada María se enamoró de un ecuatoriano, que se emborrachaba todos los domingos y la golpeó varias veces. “El quería que yo tuviera hijos. Nunca le dije que había abortado tres veces”.
María tomó la decisión de terminar la relación y dejar la casa donde trabajaba. Estaba cansada, enviaba poco dinero a su familia y quería comprar “una casita” en Ecuador para sus viejos. Su amiga la animó porque “siendo tan joven y aunque no tuviese un cuerpo esbelto, a muchos hombres les gustan las rellenitas”.
En el nuevo trabajo debía tener, como sus amigas, un hombre que las cuide, uno que generalmente es el compañero sentimental de alguna de ellas, pero que así no haga sino vigilarlas para que no se queden con el dinero, se sienten protegidas.
Empezó a atender clientes en la calle Ballesta, una de las más duras de Madrid, pero pronto pudo trasladarse a Montera donde estaba su amiga. “Gano mucho más que en una casa de familia, pero es duro, a veces me tratan muy mal…al comienzo lloraba mucho y quería dejarlo…pero ya ve, no he podido”.
Años atrás “el trabajo estaba bien. Me hacía hasta seis pases en una noche y en el día unos tres. Pagaba una parte en el hostal, otra parte al hombre que me protege y los demás para enviar a mi familia, mi comida y dormida. Ahora hay mucha competencia, esto se llenó de colombianas que antes no hacían calle. Sólo iban a clubes o tenían sus pisos”.
María paga su habitación en la casa que lleva un compatriota suyo que vive al margen de la legalidad. “Él consigue mucho dinero. Las otras dos habitaciones tienen seis camarotes cada una para arrendar por horas a trabajadores o mujeres que no tienen la capacidad de conseguir una vivienda”.
María piensa regresar a Quito, cuando termine de pagar la casa.

* Este reportaje fue publicado por www.Cimacnoticias.com en la serie de ocho partes, La migración tiene nombre y rostro